¡Hola hola, queridas familias! ¿Cómo va todo por España? <3
Hoy escribo desde un Starbucks, tomándome mi café mientras nuestros mini seres de luz resuelven la búsqueda del tesoro. Hoy es miércoles, esta mañana han tenido tres horas de clase en la academia con Joe y Claire. Son tres horas en las que están haciendo juegos y aprendiendo inglés mientras lo pasan bien. Algunos mas, algunos menos, claro. Hay una parte que depende completamente de ellos, y estamos trabajando para que se coloquen en el mindset (o espacio mental) que les ayude a aprovechar esta experiencia al máximo. Tanto Claire como Joe se vuelcan con ellos. Les hacen participar en clase a través de juegos y preguntas, muchas veces conectando con ellxs a través de temas y dinámicas que puedan interesarles. Ayer, en el rato que estuve con ellos en clase, estuvieron con Claire traduciendo una canción de Taylor Swift (The man, un auténtico temazo). Y luego, con Joe, corriendo por el centro, memorizando frases y pasándoselas de unos a otros, como si fuera una carrera de relevos. Es algo complicado de explicar, lo importante es que les vi riéndose y metidos en el juego. Así se aprende de verdad. Admiro mucho a estos dos profes, yo también estoy aprendiendo mucho de ellos, especialmente de Joe (porque, al final, es con quien más coincidimos).
Como os contaba en el post anterior, las mañanas son, sin duda, la parte que más les cuesta. Sobre todo la primera hora, diría yo. Levantarte temprano (más temprano de lo que acostumbras) y hablar desde primera hora en un idioma que no es tu lengua materna, encima en un ambiente y con personas a las que todavía te estás haciendo… es un reto. Y con eso yo me identifico con ellos al 100%. Ya os digo que una parte de mí se siente una más del grupo jajajajajajaj
Solo una parte. La otra, mi parte adulta, intenta hacerles escuchar y entrar en razón con ciertas cosas. Como ayer, cuando fuimos al cine. Tuvieron clase por la mañana, igual que hoy. Cogimos el bus un poco antes de las 13h y nos plantamos en The point. Allí está el centro comercial en el que estos días hemos hecho algunas de las actividades, incluida la de ayer. Fuimos a ver Beetlejuice II. Todo un reto para ellxs, claro. A ver quién tiene huev*s a meterse en un cine a ver una película en versión original sin subtítulos. Añadid a ese reto la circunstancia en la que estamos (un viaje en grupo) y la edad que tienen (adolescentes perdidxs, ¡vaya pavo! xD lo normal, vamos, pero a tener en cuenta). Total, que no sé yo cuántos siguieron la película realmente, si os soy sincera. Hablando en el cine, con el móvil mandando mensajes y jugando… total. Que yo no puedo ver eso y no decir nada. Así que, cuando terminó la película, nos sentamos juntos para tener un minuto de reflexión.
Mi objetivo es que se den cuenta para que puedan mejorar su comportamiento. Y no desde la autoridad, no desde el “tienes que callarte en el cine porque te lo digo yo”. Ese cambio de comportamiento tiene que partir de ellxs mismxs y su empatía con otras personas. Así que estuvimos un par de minutos en silencio, pensando de manera individual sobre qué cosas pueden hacer diferente para exprimir esta experiencia al máximo. Intentando que tomen consciencia de todas las personas que estamos poniendo nuestro esfuerzo y nuestro amor (empezando por vosotrxs, siguiendo por los profes y continuando con las host families y yo misma) para que ellxs disfruten y aprendan, y cómo eso es una oportunidad que no van a volver a tener en la vida. ¡No así! Tendrán miles de oportunidades y experiencias más, claro que sí. Pero no con esta libertad, no sin la carga de responsabilidad.
También hablamos del respeto y de la escucha activa. No escuchan. Aunque no me sorprende y no espero que lo hagan. Ni si quiera las personas adultas nos escuchamos la mitad del tiempo, ¿qué esperamos que hagan ellxs? Lo único que puedo hacer yo es pedir respeto para mis compis cuando explican las actividades y tratar de que ellxs puedan ponerse en su lugar. Para que, desde ahí, pueda haber una escucha activa de más de 30 segundos. Ya os digo que este es mi reto y estoy muy orgullosa de mí misma de poder hablar con ellxs de esto sin enfadarme, sin culparles, sin gritarles, tratándoles como los adultos que están camino de ser y no como los niños que eran hace diez años.
Estoy orgullosa de mí y de todxs ellxs porque voy viendo cómo, día a día, van sucediendo pequeños (grandes) cambios. Un momento de escucha que antes no se daba, una actitud menos victimista que parecía que no iba a cambiar, un momento de pausa y toma de consciencia sobre cómo se tratan entre ellxs y cómo tratan al mundo. Muy orgullosa de ellxs, de verdad, cada día superan nuevos retos. Y todxs y cada unx de ellxs han tenido sus cagadas y despistes, eh? Nadie es perfecto. La perfección no existe. No podemos pedirles que lo sean, sólo darles las herramientas para mejorar, así como el apoyo, la confianza y el espacio seguro para que lo hagan.
Termino de escribir esta entrada en el bus, camino a casa, después de todo el día danzando por ahí. Ya hemos patinado y todo, ha sido una pasada. Para muchos (incluida yo), el mejor día (hasta la fecha). Nos hemos caído de culo y de lado, afortunadamente sin ningún daño grave que lamentar. Pero, sobre todo, nos hemos reído y hemos seguido haciendo equipo. Mañana os mando todas las fotos que os debo, prometido, ¡sigo sin tener wifi en mi casa! Os mando mucho amor desde aquí y os dejo de momento esta imagen tan bonita (con calidad horrible por el wifi, pero menos da una piedra) para cerrar el día: