Son las ocho de la mañana y estamos todos en la parada esperando el autobús. Empieza el día.
Paula no se puede creer que ya estemos a jueves: “¡Ha pasado muy rápido! Bueno, lento pero rápido. No sé cómo explicarlo. Las mañanas a veces se hacen largas, pero los días no.”
Parece que poco a poco nos vamos sintiendo más cómodos con las familias. Sé de una que estaba muy nerviosa el primer día, con miedo a no ser capaz de entenderse con ellos, que ahora graba vídeos con la familia enseñándoles a cantar el Despacito.
En el colegio da la sensación de que ya los conoce todo el mundo. Y si no es así ya, siempre hay gente que quiere hacerlo. Se acercan al grupo, saludan y se presentan.
Hoy al salir nos toca dance workshop. A algunos les apetece más que a otros. Llegamos media hora antes de lo programado, por lo que muchos ya se ponen a hacer estiramientos por su cuenta.
Son las cinco y llega la profesora, junto a ella un grupo de chicas y chicos. Ellos se colocan delante y ayudan a llevar el ritmo. Al principio se les ve perdidos, pero no tardan en cogerle el tranquillo. Van aprendiendo los pasos en grupo, luego se hace un pasillito para que todos vayan pasando bailando de dos en dos. A continuación batalla: la clase queda dividida en dos grupos que bailan enfrentados para acabar cruzándose. Volvemos a las posiciones iniciales y vamos añadiendo más y más pasos. Luego nos dividimos en tres grupos que van presentado el baile por separado. Volvemos a bailar todos juntos. Ahora hay que volver hacerlo en grupo, pero esta vez cada grupo añade unos cuantos pasos propios al final. Por último, se vuelven a juntar todos para bailar en conjunto la coreografía aprendida más tres pasos de los que cada grupo añadió por su cuenta. Parece que el propuesto por Ana les gustó mucho.
Al final se han quedado con ganas de más. Por suerte, la semana que viene volvemos.
